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Hay pocas personas que sepan más del dolor que el profesor Beristain. Y no porque la vida le haya tratado mal, sino porque él ha decidido conocer a fondo el sufrimiento, ha decidido sufrir con el otro, ponerse en el lugar del otro. Como ha dicho en alguna ocasión, él quiere vivir con y hacia los demás; comprometido con los que sufren, como hombre de espíritu trascendente.

No sé con certeza si ese hubiera sido su camino de no haber optado por el sacerdocio, pero me atrevo a decir que sí. Hay personas que tienen ese don, esa vocación de ayudar, estén donde estén. Le vamos a escuchar dentro de unos minutos. Sus palabras se han empapado siempre de las tragedias y las ilusiones de los demás. Se ha formado y reformado en Centroeuropa y Latinoamérica, inmensos territorios en permanente transformación, siempre a la búsqueda de una justicia que dé esperanza al futuro y paz a la memoria.

Dice el profesor Beristain que su mesa de trabajo se apoya en cuatro patas: criminología, victimología, teología interconfesional y derecho penal, del que espera una evolución que le permita ser más manantial que balanza. Buscador incansable de la verdad, cree que el Código Penal ha de reconocer con más intensidad el rol social de las víctimas. Para él, las macrovíctimas del terrorismo son desconocidas en toda su dignidad y merecen un calificativo distinto al de damnificado, porque su nombre, dice, debe ser más noble, amplio y trágico. Las víctimas tienen que ser reconocidas como protagonistas axiológicos, como esos hombres dolientes que no pueden dejar de dolernos.

No resulta fácil trazar el perfil de este intelectual marcado por la inquietud, que se considera un vasco ciudadano del mundo. Un partidario de ese “todo fluye de Heráclito” que le conduce a declararse visceralmente evolucionista. Un jesuita que se ha atrevido a declarar al infierno “cerrado por defunción” y que tuvo que acatar la orden del Obispo de San Sebastián, José María Setién, cuando le prohibió celebrar misas, por sentirse solidario y comprometido con el sufrimiento de las macrovíctimas de ETA y del abuso de poder. El profesor Beristain tiene la mirada de quien no cree que haya bestias entre los hombres, aunque sepa que el ángel no predomina en todos (como señala Albert Camus: "En todo hombre hay más cosas dignas de apreciar que de despreciar"). Y tiene las manos de quien se empeña, como escribió Pedro Salinas, en buscar torpemente dentro de los demás para sacar lo mejor. “Perdóname - declama el poeta - por ir así buscándote / tan torpemente, dentro / de ti… / Es que quiero sacar / de ti tu mejor tú / Ese que no te viste y que yo te veo”.

Deusto, Valladolid, Madrid, Oviedo y el País Vasco están en su trayectoria vital y profesional. Se ha especializado en temas penales, en los referidos a criminología, víctimas, asuntos penitenciarios…Es doctor Honoris Causa por la Universidad de Pau y Países del Adour, en Francia, y por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora, en Buenos Aires. Los galardones y premios que ha ganado son incontables como lo son sus artículos y conferencias, aunque el mejor premio es seguramente esa sensación de que sus alumnos han contribuido más a su formación que él a la de ellos. Hay que saber mucho, para decir eso. Para decir eso y para guardar, como usted guarda, un recuerdo imborrable de sus maestros hacia los que ha mostrado en todo momento su agradecimiento más profundo.

Profesor Beristain, sabemos que su despacho lo preside una calavera que le enviaron los terroristas y que, cuanto más la mira, más se reafirma en que hay que resistir, dudar, y discrepar con respeto, pero sin cobardía.

Hoy hemos presentado la Cátedra que lleva su nombre, un honor para esta Universidad. Desde ella intentaremos, humildemente y siguiendo su ejemplo, no dejar de ser pioneros en el viejo oficio de buscar la verdad.