Dª. Concha Velasco
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Discurso de la Sra. Dña. Concha Velasco
Muchísimas gracias. Excelentísimo señor Rector, don Gregorio Peces Barba. Excelentísimos señores, Ilustrísimos, amigos, familiares y Manuel Alexandre.
Gracias al Doctor Manuel Palacio por la semblanza que ha hecho sobre nosotros dos. Y digo nosotros dos, porque además de la emoción que siento porque se me haya concedido este premio tan importante, en un momento de vida personal y profesional que creo que me marcará para siempre, lo que más me emociona es haberlo recibido al lado de Manuel Alexandre.
Cuando he visto el vídeo que los alumnos de la Carlos III han hecho sobre nosotros, me parece que dirigidos por Don Manuel Palacio, me he dado cuenta de mi insignificancia y del enorme talento de Manuel Alexandre. Qué actor Manuel Alexandre. Secundario como decía Manuel Palacio. Pero qué secundario. Qué manera de interpretar cada uno de los distintos personajes que le hemos visto todos los que le admiramos a lo largo de su vida, y que hemos visto aquí esta mañana. Manolo, yo he tenido mucha suerte en la vida. Don Manuel Alexandre, yo he tenido mucha suerte en la vida. He sido premiada desde mis comienzos, quizás por el entusiasmo, quizás porque suponía, como ha dicho don Manuel sobre mí, una innovación dentro del panorama cinematográfico de los años cincuenta. La jovencita, la criadita, la muchachita, no sólo la muchachita de Valladolid, sino la madrileña castiza, la novia, la amiga, la vecina de al lado. Luego mi carrera fue cambiando. Yo me lo propuse, porque soy una vocacional que he querido siempre ir a más como actriz y como persona. Pero siempre fui galardonada. Con las chicas de la cruz roja ya me dieron todos los premios como joven promesa. Inmediatamente después como joven realidad.
Pero creo que Manuel Alexandre no ha sido reconocido en aquellos comienzos de su carrera, sí reconocido por la profesión y por el público, pero no por las autoridades. Han tenido que pasar muchos años para que Manuel Alexandre sea galardonado y él lo lleva con la humildad de los grandes.
Manuel Alexandre, este país es injusto en reconocer a las gentes. Nos cuesta mucho mantenernos, ¿verdad?, empezar es fácil porque empezamos desde abajo y todo nos parece nuevo y como un regalo, pero mantenerse es muy difícil, y sobre todo con la dignidad de Manuel Alexandre. Es que no puedo decir nada de mí, que me enorgullece estar aquí en la Universidad Carlos III y recibir esta medalla de honor al lado de Don Manuel Alexandre.
Me gusta mucho lo que ha contado usted Don Manuel de mi carrera, como he ido transformándome, también como persona claro; a mí me ha gustado mucho al ver esas imágenes, a esa joven guapa. A mí me gusta haber sido guapa, ahora cuando veo a Penélope Cruz pues digo: ¡hombre! Yo también he sido guapa, he sido como Penélope Cruz. Pero me gusta mucho cómo he sabido evolucionar. Es gracioso que yo haya sido considerada como Conchita, la actriz popular, de películas comerciales con Manolo Escobar, al que adoro y me siento muy orgulloso de participar en las películas más taquilleras del cine español de aquella época. Pero yo sabía que dentro de mí había una actriz dramática, y a través de la televisión, donde… Simultáneamente, porque yo no sé cómo he podido hacer tantas cosas, quería hacer ciento treinta películas, hacía los estudios 1 en directo en televisión, como hemos visto a esa Doña Inés con Paco Rabal, a la vez presentaba festivales de la canción, pero yo lo que quería era ser una actriz dramática. Luego me he dado cuenta que no he permitido nunca que me encasillaran en un género determinado. Quizás si de algo tengo que presumir a lo largo de mi carrera profesional es de eso.
Hice Teresa de Jesús de la mano de Josefina Molina, con aquel guión espléndido de Carmen Martín Gaite, de Teresa de Ávila, Teresa de Jesús, Santa Teresa por méritos propios. A mí Josefina Molina me eligió para hacer Santa Teresa porque estaba haciendo “yo me bajo en la próxima, ¿y usted?”, de Adolfo Marsillach con Pepe Sacristán, en el que yo representaba más que tipos, arquetipos de la sociedad española desde que se terminó la guerra hasta el año ochenta y uno, que es cuando se estrenó “yo me bajo en la próxima ¿y usted?”. Me sorprendió mucho que Josefina Molina me eligiera para un papel tan importante, tan serio y tan dramático. Digo dramático porque tiene escenas muy importantes, que había que interiorizar, porque me había visto interpretar tipos y arquetipos divertidos, extrovertidos incluso excesivos en “yo me bajo en la próxima ¿y usted?”. Por eso creo que puedo presumir de eso, de no haber dejado que me encasillaran.
También me ha gustado defender a la mujer. He rechazado muchas cosas cuando la mujer a la que tenía que interpretar…bueno, aunque al principio no rechazaba nada como Manolo, como todos los que empezamos por abajo. Y no les llamamos a esos trabajos, trabajos alimenticios, me parece que sería una falta de decoro y de agradecimiento a una profesión, a unos directores, a unos productores que han hecho que mi vida se convirtiera en una vida acomodada, es decir que no eran alimenticios sino que servían para trabajar, para aprender y para ascender a todos los niveles. Pero sí rechazaba papeles en los que la mujer, y no sé como usted Don Manuel Palacio se ha dado cuenta y se lo agradezco enormemente, reivindicaba a la mujer en una época en la que la mujer y por desgracia hoy día todavía, y lo siento pero tengo que decirlo, sigue estando sometida al hombre salvo raras excepciones.
Los personajes que mejor he defendido han sido los personajes que daban al amor la importancia más relevante de la vida. En televisión hice “La alondra” de Anouilh, Santa Juana de Arco…Juana de Arco, a través del amor imposible, de esas voces, decía al principio, y yo muchas veces que he tenido que hablar en público lo he recordado, que “el principio de todas las cosas es siempre lo más bonito, cuando era pequeña, la primera vez que oí las voces” decía Juana. Pues a través del amor, ella llega a convertirse en uno de los pocos santos que tienen los franceses, que me perdonen los franceses, pero es a través del amor.
Eloísa, enamorada de Abelardo, llega a ser una de las monjas prioras más importantes de la literatura y de la historia de Francia. Ahí conseguí el Premio Nacional de Teatro, y en ese momento no me di cuenta de la importancia que tenía Eloísa. Como soy una actriz autodidacta tuve que leer sus cartas, que estaban prohibidas en España. Pero últimamente, dado que vivo un momento de soledad y de misticismo personal, he vuelto a recordar a Eloísa, a leer a Eloísa, a leer al Maestro Abelardo. Qué amor el de esta mujer, que se negaba a aceptar a dios si no era a través de Abelardo. Cuando Eloísa toma los hábitos, le dicen: “-Eloísa di el Santo Nombre de Dios; y ella dice; -¡Abelardo!”.
Santa Teresa también quiere encontrar el amor y lo encuentra totalmente a través de Dios. En la transverberación de Santa Teresa, sus poemas, son los poemas de amor más grandes de amor que yo conozco. Se han reído mucho del “vivo sin vivir en mí”, siempre terminando diciendo “la gallina”. Yo me he sentido muy ofendida como intérprete de la Santa, porque creo que pocos han analizado lo que quiere decir Santa teresa con el “vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero que muero, porque no muero”. Es el amor completo, el amor pleno, se le ha buscado a la pobre Santa las drogas en el huerto, que levitaba porque le traían sus familiares de América el opio y el hachís. Dios mío de mi vida, qué falta de información.
Los actores son unas pobres gentes, y yo me he pasado noches disfrutando estudiando y representando. Pero somos unas pobres gentes que tenemos que vivir los personajes que interpretamos, vamos adquiriendo emociones, talento y cultura a través de los autores. Por lo menos eso me ha ocurrido a mí.
No quiero extenderme mucho pero me gustaría recordar a los grandes autores a los que he interpretado, desde Buero Vallejo, Antonio Gala, Martín Recuerda, Adolfo Marsillach, Alfonso Paso, Jardiel Poncela… Siempre interpretando mujeres estupendas, como era casona, aquella muerte que viene a llevarse a la enamorada, que al final parece que no está muerta pero que sí lo está.
De los grandes autores que he interpretado me han ido quedando emociones, como Tennesse Williams en “La rosa tatuada”. Ahora estoy haciendo “Filomena Marturano”. Entre Serafina de le Rose de Tennesse Williams y Filomena Marturano creo que hay muchos puntos en común. Serafina de le Rose ama las cenizas de ese hombre que desaparece en un accidente, y luego resulta que le había estado poniendo los cuernos a la pobre, y ella había estado rezando su nombre. Lo digo en nota de humor. Filomena Marturano ha estado conviviendo con un hombre, tiene tres hijos que no saben que es su madre, y entonces finge para casarse in articulo mortis, y de repente se levanta de la cama y dice “ya estamos casados” y se acabó la conversación. Siempre me ha gustado representar a mujeres apasionadas, y creo que todavía tengo muchas cosas que decir.
Esta medalla de honor, querido Gregorio, me viene en un momento muy importante de mi vida. No están aquí todos los que son esta mañana, pero si son todos los que están.
Mis amigos más queridos. Tomás Rodríguez Bolaños, que siempre me ha dado su amistad desinteresadamente. Fernando, Director de Cinematografía, que me concediste en Valladolid uno de los homenajes y premios más importantes de mi carrera. Ana, que ahora estás en la Dirección de la Academia de Cine, tan criticada. ¡Pido perdón por aquel traje! A mí me pareció muy divertido pero no lo supieron entender. Gracias por estar aquí.
Gracias a mi familia. Mi familia en estos momentos es muy extensa pero he querido que estuviera representada en cuatro personas. Mi hijo pequeño, Paco, no ha podido estar. Pero está mi tío Alejandro, hermano de mi madre, al que considero en este momento mi padre, el sucesor de toda mi familia, gracias tío. Mi prima Esperanza Varona, que me hace de secretaria, de confidente y casi de psiquiatra. Y mi hijo Manuel, que siempre ha querido dedicarse a esta profesión. Como director, como escritor, con un talento enorme al que la aureola y la fama de su madre eclipsa.
Es muy duro ser el hijo de Conchita Velasco, Manuel. Pero esto te ha tocado vivir. Espero que algún día tenga la suerte de que me beses como te voy a pedir que me beses ahora.