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Alejandra Albarrací

Colaboración para el fortalecimiento académico y logístico del Instituto de Investigación en Igualdad, Género y Derechos de la Universidad Central del Ecuador

Alejandra Albarracín

Desde el primer momento en que me sumergí en este proyecto de Cooperación, sentí una conexión profunda y personal con su causa. No era simplemente una tarea académica, sino un eco de mi propia experiencia como mujer, que me recordaba constantemente los desafíos que muchas mujeres enfrentamos en nuestra vida cotidiana. Conocía de primera mano la discriminación y las prácticas que menoscaban a las mujeres en el contexto educativo, y eso alimentó mi determinación y pasión por incidir en esta esfera con un grano de arena y que promueva una educación con un enfoque de genero pensado para todos, todas y todes.

Al integrarme en este proyecto de Cooperación, me sumergí en un viaje que trascendió la mera experiencia académica. Desde los primeros pasos, en la crucial fase de planificación de proyecto, tuve la fortuna de trabajar con la estrecha supervisión de distinguidos académicos: por un lado, el profesor Javier Ansoategui, tutor, miembro del Grupo de Cooperación del Instituto de Derechos Humanos Gregorio Peces Barba de la Universidad Carlos III de Madrid, y por otro, el profesor Christian Paula, del Director Instituto de Igualdad de Género y Derechos de la Universidad Central del Ecuador.

Este fructífero trabajo conjunto, sustentado por una comunicación clara y fluida, sentó las bases para un proceso armonioso y eficaz. Gracias a la unión de visiones y esfuerzos, mi estancia de voluntariado en la institución de acogida – el Instituto de Igualdad de Género y Derechos de la Universidad Central del Ecuador - no solo fue provechosa, sino que culminó con un logro tangible: la creación de una herramienta innovadora destinada a infundir un enfoque de género en los syllabus de la Universidad Central del Ecuador. Esta contribución representa un paso adelante hacia una educación más inclusiva y equitativa, y no habría sido posible sin la sinergia y dedicación de todas y todos los involucrados en este proyecto. Juntos, acordamos realizar diversas actividades de investigación para obtener un diagnóstico claro en torno al enfoque de género de la universidad. Esto implicó entrevistar a estudiantes para comprender su perspectiva y experiencia en torno al enfoque de género, asistir a clases pretendiendo ser
una estudiante más para observar de cerca las dinámicas en el aula, y analizar los syllabus de semestres anteriores.

Mientras me adentraba en esta estancia de tres meses, quedé fascinada por el ambiente en el Instituto de acogida. Observé una alabanza a la diversidad, con la inclusión de personas con discapacidad y aquellos que vestían con orgullo sus trajes tradicionales, reflejando la riqueza de las culturas ecuatorianas.

Sin embargo, no todo fue un mar de rosas. Al observar las clases, en ciertos momentos me encontré reviviendo el temor que sentí en mis años de estudiante, especialmente con profesores que eran conocidos por ser poco tolerantes o estrictos. A pesar de ser una observadora en esta situación, la ansiedad de ser descubierta y potencialmente reprendida en un ambiente académico fue palpable. El temor de ser maltratada o  juzgada en ese contexto se convirtió en una experiencia reveladora, recordándome la
importancia de la empatía y la comprensión en cualquier esfuerzo educativo.

Por otro lado, lo que me marcó profundamente fue el nivel de respeto que observé en el Instituto de acogida. A pesar de las diferencias evidentes, la atmósfera estaba impregnada de mutualidad y aceptación. Las personas eran valoradas no a pesar de sus diferencias, sino por ellas. Esta cultura de respeto no solo añadió una dimensión enriquecedora al proyecto, sino que también influyó en mi enfoque y actitud hacia el trabajo y hacia los demás.

En ese marco, esta experiencia ha sido una montaña rusa de emociones: desde el entusiasmo inicial de la fase de planificación, pasando por la inspiración al ver la diversidad en el Instituto de acogida, hasta la desolación al descubrir las realidades poco alentadoras en las aulas y los syllabus. Sin embargo, esta experiencia ha sido  enriquecedora y ha fortalecido mi compromiso con la promoción de la equidad de género en la educación.

A medida que culmino esta etapa, reflexiono sobre la invaluable oportunidad que esta estancia me ha brindado. El trabajo conjunto con el Grupo de Cooperación de la Universidad Carlos III de Madrid ha sido fundamental para navegar y enfrentar los desafíos encontrados. Sin su cooperación, orientación y la iniciativa generada, el impacto y alcance de este proyecto no habrían sido posibles. A pesar de las dificultades, estoy más convencida que nunca de la urgencia y necesidad de seguir trabajando en pos de una educación más justa e inclusiva.