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Excmo. Sr. D. Ernesto Sábato

Discurso del Sr. D. Ernesto Sábato

Agradezco el alto honor que me hace esta insigne Universidad Carlos III a través de su Rector Magnífico Don Gregorio Peces Barba Martínez.

Una universidad que desde su creación ha unido a la formación profesional de sus alumnos una permanente custodia de los sagrados valores humanos. Una modalidad excepcional en estos tiempos donde la educación ha degenerado en una búsqueda exclusiva de eficiencia y pragmatismo. La filosofía que ha presidido la actuación de la Universidad Carlos III en el sentido de formar personas responsables y sensibles a los problemas del mundo en que vivimos hace que sea este homenaje un motivo de genuino orgullo. Y agradezco profundamente al gran amigo José Saramago sus palabras.

Es para mí emocionante recibir de vos este afecto que tantas veces has reiterado hacia mí, en tus visitas a mi vieja casa de Santos Lugares, más allá de tus obligaciones. Pero a esto hoy agrego mi abrazo más sentido por tu compromiso ante las realidades atroces por las que estamos atravesando, tu lucha por el dolor de los pueblos miserablemente explotados y masacrados. Voy a repetir unas palabras que escribí hace años: A lo largo de mi vida fui invariablemente estremecido por los padecimientos del pueblo judío que culminaron en el genocidio nazi. Por eso mismo, y aunque parezca paradójico, estoy, con Saramago, tremendamente angustiado y dispuesto a luchar para que cese la masacre que se está haciendo al pueblo palestino, despojado de sus tierras seculares, acorralado, sumido en la miseria. El pueblo judío dio gran parte de lo más alto y noble que haya producido el género humano, incluido el cristianismo. ¿Podemos imaginar por un instante a un espíritu como Martín Buber o Simone Weil, aprobando el accionar que lleva a cabo el Estado de Israel contra las indefensas poblaciones palestinas? La obtención de la paz puede ser difícil, indudablemente, pero jamás estará del lado de las armas.

Recibo esta condecoración con emoción y gratitud, pero también y sobre todo, como renovación del alto compromiso que un hombre, desde su condición de escritor, está llamado a sostener con aquellos que sufren. El inhumano presente al que nos enfrentamos, exige que nuestras palabras, nuestros gestos, nuestra obra se consagren, como verdadero cumplimiento de una vocación, a expresar el abismo en que vivimos pero también la grandeza y el coraje con que millones de hombres en el mundo sostienen la vida heroicamente.

Muchas gracias.