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Profesor Ignacio Sánchez-Cuenca

Laudatio Ignacio Sánchez-Cuenca

Margaret Levi pertenece a una generación de mujeres pioneras en la Ciencia Política. Su contribución académica e intelectual se sitúa a la altura de figuras tan destacadas como Ellinor Ostrom o Theda Skocpol. Abrieron camino y realizaron aportaciones profundas y duraderas, superando con brillantez los obstáculos y resistencias de un mundo académico que ha sido demasiado masculino durante demasiado tiempo.
Cuando se repasa la vida académica de la profesora Levi, es difícil no sentirse abrumado por la cantidad de logros que acumula. Algunos académicos son como anacoretas, están encerrados durante años investigando y solo salen de su cueva para presentar papers. Otros ejercen un liderazgo intelectual en la profesión y dedican sus mejores esfuerzos a crear escuela y construir instituciones. Y luego están esos pocos profesores que son como una fuerza de la naturaleza y pueden hacer ambas cosas. La profesora Levi pertenece sin duda al género “fuerza de la naturaleza”. Se lo puede permitir porque tiene vitalidad y energía inagotables y porque es una persona hecha de entusiasmo y generosidad.  
Margaret Levi dirige en la actualidad, desde la Universidad de Stanford, el prestigioso Center for Advanced Study in the Behavioral Sciences (CASBS). Como todo lo que toca, lo está relanzando, lo mismo que hizo como editora con el Annual Review of Political Science, un journal que bajo su dirección es hoy una de las revistas de mayor impacto en la profesión, o con la serie Cambridge Studies in Comparative Politics de Cambridge University Press, que ella convirtió en la referencia de las monografías sobre política comparada. Ha sido además presidenta de la American Political Science Association y pertenece a numerosos consejos asesores académicos y extra-académicos. En su incesante actividad, ha desarrollado un lazo duradero con España a través del Instituto Carlos III-Juan March de Ciencias Sociales y ha conseguido aprender un español que le sirve al menos para elegir los mejores vinos en los restaurantes. Por si todas estas actividades fueran pocas, ha sacado tiempo, con su marido, Bob Kaplan, para reunir una de las más completas colecciones privadas de arte aborigen australiano, que se ha expuesto incluso en el Metropolitan Museum de Nueva York. 
Si tuviera que destacar un único rasgo de la obra de Margaret Levi, diría que es su originalidad. Su trabajo continúa siendo influyente e inspirador porque siempre ha pensado libremente, desafiando las fronteras académicas y no cayendo nunca presa de las modas intelectuales y metodológicas que se suceden con fastidiosa regularidad en las Ciencias Sociales. 
Comenzó estudiando los procesos de construcción del Estado, sobre todo por lo que toca a su capacidad fiscal. Para ello adoptó una perspectiva económica o de elección racional en el análisis de cuestiones que procedían de los debates marxistas sobre el Estado. Y lo hizo utilizando el método histórico-comparado con gran rigor y elegancia. En un libro verdaderamente importante, Of Rule and Revenue (1988), introdujo un concepto clave en toda su obra, la quasi-voluntary compliance o cumplimiento cuasi-voluntario: se trataba de mostrar que los ciudadanos estaban dispuestos a cooperar en el pago de impuestos si percibían que las autoridades del Estado se comportaban de manera justa e  imparcial. Iba más allá de lo que entonces se admitía en las explicaciones económicas de la acción colectiva, incorporando la legitimidad y la confianza en el comportamiento de agentes auto-interesados. 
Este planteamiento dio sus mejores frutos en el que es mi favorito entre sus libros, Consent, Dissent, and Patriotism (1998), en el que analiza las condiciones en las que los ciudadanos aceptan la obligación que el Estado les impone de participar en los ejércitos de leva y, en ocasiones, tener que  ir a la guerra. De nuevo, se trataba de estudiar formas de cooperación en las que el interés personal de los ciudadanos sale perdiendo desde una perspectiva puramente egoísta. El hallazgo principal de Levi es que el funcionamiento imparcial de las instituciones afecta enormemente a la decisión de los individuos de cooperar con el Estado y la sociedad. 
Con una modulación algo diferente, esta es también la cuestión que aparece en el libro fascinante que publicó con John Ahlquist en 2013, In the Interest of Others: ahora la pregunta es cómo algunos sindicatos consiguen desarrollar “culturas organizativas” en virtud de las cuales los trabajadores están dispuestos a luchar por causas que van más allá de sus intereses materiales. Los sindicatos aparecen como pequeños “Estados” en relación con sus trabajadores. En este libro vuelven a reencontrarse preocupaciones marxistas muy antiguas con un estudio detallado de las motivaciones políticas y económicas a nivel individual. 
La obra de la profesora Levi va mucho más allá de estos comentarios apretados: con más tiempo, hablaríamos de sus estudios sobre confianza social, de su participación en el proyecto de las narrativas analíticas, de sus ideas sobre cómo promover el buen gobierno. No hay tiempo para repasar todo ello. 
Permítanme acabar con un comentario más general pensando no tanto en los logros acumulados por la profesora Levi a lo largo de una carrera tan fértil como en el futuro inmediato. La mejor demostración de su talla intelectual consiste en que sus colegas sigamos esperando con interés y curiosidad que Margaret nos sorprenda con nuevas aportaciones sobre un problema perenne en las Ciencias Sociales como es la interacción entre instituciones, preferencias y acción colectiva.