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Laudatio Prof.ª María Pilar Garcés Gómez

Prof.ª María Pilar Garcés Gómez

Discurso Laudatio.

Excelentísimo Sr. Rector magnífico de la Universidad Carlos III, Excelentísimas e Ilustrísimas autoridades, admirado Prof. José Manuel Blecua, estimados profesores y alumnos, señoras y señores.   

Es obligado comenzar dando las gracias al Rector de la Universidad Carlos III por el honor que me ha concedido al encargarme la laudatio del profesor José Manuel Blecua Perdices, que reúne la excelencia como profesor, lingüista y persona. No quisiera, por ello, que la formalidad propia de un acto como este ocultara todo el afecto y aprecio que el Departamento de Filosofía Lengua y Literatura profesa a José Manuel Blecua, afecto que ha demostrado la propia Universidad, a través del acuerdo del Consejo de Gobierno para este nombramiento amparado en los méritos científicos y en la calidad humana de José Manuel Blecua.
 
En efecto que el Director de la Real Academia Española sea nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad Carlos III no puede sorprender a nadie, pues se trata de una persona pública que aparece cotidianamente, como garante máximo de la lengua española, para explicar el sentido del quehacer académico en un periódico, contestando a preguntas no siempre pertinentes en una radio, escribiendo diferentes artículos en distintas revistas, enderezando, en fin, en alguna entrevista televisiva con su delicadeza y mirada comprensiva los desatinos de algún improvisado corresponsal.

De la importancia del Dr. Blecua son prueba los últimos honores recibidos, como la elección como académico de la Reial Acàdemia de Bones LLetres  en 2003, el Premio Aragón y el premio Jaume Vicens Vives al mérito docente recibidos en el 2005, la medalla de oro de la ciudad de Zaragoza en 2011, el Premio de las Letras Aragonesas en 2013 o la máxima condecoración de la nación nicaragüense recibida ese mismo año. Particularmente importante para el filólogo ha debido ser el pertenecer a la Real Academia Española desde 2006,  institución de la que ha sido secretario desde 2007 hasta 2010 en que fue elegido su director.
Pero más que los honores y las distinciones, la desnuda enumeración de su currículo, que me conformaré con glosar aquí, “objetivamente, sin vuelo” como diría José Hierro, dará cuenta de la personalidad y la vida científica de José Manuel Blecua.

José Manuel Blecua Perdices nació en Zaragoza, donde estudió con ilustres filólogos como su propio padre o el profesor Francisco Induráin. Completó su formación en Madrid con Rafael Lapesa y se doctoró en Filología Románica bajo la dirección del profesor Castro y Calvo en la Universidad de Barcelona, donde su padre había llegado como catedrático de literatura. 
Con no poco sentido del humor en alguna entrevista ha confesado: “Nací en Zaragoza pero soy barcelonés por oposición”. En efecto, obtiene una cátedra de Instituto, que le lleva a enseñar de 1965 a 1970 en el Menéndez y Pelayo barcelonés, si bien, desde los comienzos de la Universidad Autónoma, en 1968, forma parte de su profesorado. Desde entonces, a lo largo de más de cuarenta años será un docente ejemplar, capaz de alternar las clases con puestos de gestión en momentos no muy fáciles. Se entiende, por ello, que el 27 de febrero de 2011 en un acto de homenaje organizado por la Asociación de Antiguos Alumnos de su universidad, el Prof. Blecua confesara lo feliz que había sido enseñando tantos años en aquella Universidad, pero también aprovechara para reivindicar abiertamente su labor gestora:
La enseñanza es apasionante. A mí me ha tocado [...] ser profesor y ser gestor de materias muy diversas en la universidad, desde el profesorado, las publicaciones, los decanatos hasta las secretarías, y después me ha tocado dirigir tesis doctorales, tareas,  todas ellas, apasionantes. Pero es verdad que ser vicerrector de profesorado o director del Servicio de Publicaciones son labores magníficas y constituyen una labor imprescindible para la universidad. Las personas que critican el poder desconocen lo que significa verdaderamente el servicio a una comunidad. Hay gente que si un día no se encontrara alumnos en clase por la mañana en octubre se quedaría asombrada, pero nunca ha hecho nada para tener a esos alumnos sentados en octubre en aquella aula.

     La entrega del profesor Blecua a su Universidad no le impidió encontrar tiempo para colaborar con otras instituciones. Fue Profesor de los Cursos de Verano para Extranjeros de la Universidad de Zaragoza en Jaca durante veinticinco años; colaborador docente, desde 1976, de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. En 1970-71 fue profesor visitante de la Universidad de Ohio y en 1986-87 del Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México. Ha participado decisivamente en las tareas del Instituto Cervantes, desde 1992 hasta 1998, como director de Investigación, como director de Cooperación Internacional y como director académico, lo que le obligó a viajar por el mundo poniendo en funcionamiento distintos centros, primero; y organizando después los Congresos de la Lengua española (fue secretario ejecutivo del primero celebrado en Sevilla en 1992). Asimismo, presidió la Comisión Estatal para la Conmemoración del IV Centenario de la primera parte del Quijote. No quiero dejar de lado su disponibilidad para satisfacer las peticiones de conferencias de muchos colegas, tanto de universidades, como de institutos de secundaria y de academias y asociaciones culturales, que ha convertido, a veces, a este infatigable filólogo, en una especie de representante de su disciplina filológica. 
José Manuel Blecua es de una discreción constatable, de una generosidad que puede atestiguar cualquier colega o discípulo que se le haya acercado, de una cordialidad que desarma a los desconocidos en los primeros compases de la conversación y de una sensibilidad exquisita, virtudes de toda su familia. Es una persona paciente, dotado de una inteligencia penetrante, poco amiga de cegar y dispuesta a iluminar a quien lo necesite. Así respondió sobre su futuro trabajo al ser nombrado director de la Real Academia: “Preferimos un camino lento y seguro… me gustaría que se impusiera la seriedad, la austeridad y, sobre todo, la simplicidad, pero también la eficacia”. 
Hasta ahora me he referido a la personalidad de José Manuel Blecua. Como todos los manuales de retórica exigen que no se abuse de la paciencia del auditorio, resumiré su extensa actividad científica, e intentaré mostrar cómo encajan sus trabajos en los días. No me referiré a las numerosas tesis dirigidas, ni a los consejos de dirección o de redacción de revistas de las que es miembro (algunas tan importantes en el mundo hispánico como la Nueva Revista de Filología Hispánica (México), el Boletín de la Biblioteca Menéndez y Pelayo o la Revista de Lexicografía (La Coruña), ni a los numerosos tribunales que ha presidido, ni a sus asesorías o consultorías para los ministerios de educación de administraciones de colores diferentes (y esto sí merece la pena subrayarse en estos tiempos). Tampoco me detendré en los numerosos artículos que ha publicado en sus campos de especialización. Destacaré globalmente las actividades que lo han convertido en una figura clave de la Filología española actual: autor de varios textos fundamentales; impulsor en la renovación de teorías lingüísticas; divulgador y difusor de la ciencia lingüística y de la lengua española.
Los campos principales que han reclamado su atención han sido los de la fonética, la historiografía lingüística, la lexicografía y el análisis textual.
En 1975 publicó con Juan Alcina una novedosa Gramática española que lo convirtió en uno de los profesores españoles más conocidos en el mundo de los hispanistas. Allí presenta una visión de la fonética y la historiografía lingüística fundamentales, que han permanecido vigentes durante muchos años en las facultades de Filología. La historiografía lingüística ha sido una gran pasión de José Manuel Blecua a lo largo de toda su vida. Pocos autores conocen tan bien la marcha de esta disciplina en el mundo hispánico. En la Gramática mencionada trazó un panorama muy completo y ponderado de nuestra ciencia, lejos de  las descalificaciones que entonces proliferaban contra ciertas corrientes modernas, pero también lejos de las adhesiones o críticas infundadas a la labor de varios lingüistas españoles.
A la fonética le ha seguido dedicando tiempo y reflexión toda la vida. Es el director del volumen dedicado a la Fonética y Fonología (2011) en la Nueva gramática de la lengua española de la Real Academia, donde presenta un panorama moderno de toda la fonética hispana por primera vez, con grabaciones del otro lado del Atlántico, y presta una atención especial a la entonación, parcela descuidada desde los primeros trabajos de Navarro Tomás en la década de los años treinta del siglo pasado. Corolario previsible de la atención a la fonética es también su interés por la escritura, a la que le ha dedicado varias conferencias y algún artículo. Además, como filólogo supo ver la importancia de los nuevos planteamientos de la grafemática en las cuestiones de textualidad y editó –en colaboración con Lidia Sala y Juan Gutiérrez– una colección de artículos de los hispanistas más relevantes  del momento  que es uno de los primeros textos de nuestro país sobre esta parcela filológica: Estudios de grafemática en el dominio hispánico (Salamanca, Universidad de Salamanca / Instituto Caro y Cuervo, 1998). 

Otra de las grandes pasiones de José Manuel Blecua ha sido la Lexicografía. En este ámbito, ha sido teólogo y misionero.  No solo se ha dedicado a teorizar, sino que ha peleado con el mundo real de la elaboración de diccionarios, pues ha dirigido varios de sinónimos y antónimos de español y de catalán (Diccionari avançat de sinònims i antònims de la llengua catalana y Diccionario general de sinónimos y antónimos). En este campo se dio cuenta de la importancia de las herramientas informáticas y así nació su Seminario de Lingüística informática de la Universidad Autònoma de Barcelona, que ha participado en la digitalización de El Quijote y del Diccionario etimológico castellano e hispánico de Joan Coromines y José Antonio Pascual, dos herramientas fundamentales para el estudio de la lengua española, que se deben al impulso de José Manuel Blecua y al trabajo de sus discípulos y colaboradores. La necesidad de acercarse a las nuevas tecnologías la introdujo también en el Instituto Cervantes. La base fundamental de lo que hoy es el Centro Virtual Cervantes era una idea desde el principio de José Manuel Blecua, cuando Internet apenas había  aparecido en nuestro país. Por eso, para promocionar el Instituto editó un cederrón con la historia de la lengua y literatura españolas y con una muestra de la variedad de pronunciaciones del español. 

José Manuel Blecua siente con Ángel González que 
No es bueno repetir lo que está dicho. 
Habrá palabras nuevas para la nueva historia
y es preciso encontrarlas antes de que sea tarde. 

De hecho, a ello responde quien como José Manuel Blecua está interesado en las novedades que aparecen en el horizonte científico, pero lejos de una política científica en la que se mezclan las resistencias de escuela con el enfrentamiento por el control  y administración de las teorías. Nuestro doctor fue pionero en poner al alcance de sus discípulos y de un público más amplio las novedades teóricas que creía marcaban un nuevo camino. Así lo  hizo en un momento crucial en que la lingüística moderna no acababa de arraigar en nuestro país. En la Autónoma de Barcelona impulsó decididamente a los jóvenes investigadores (hoy catedráticos de universidad) a estudiar las nuevas disciplinas. Esta visión de la importancia de los avances metodológicos –entonces muy difíciles de entender en la universidad española– muestra la capacidad pionera de José Manuel Blecua, incluso saltando las fronteras de la Lingüística y adentrándose en el apoyo que la informática puede brindar a nuestra disciplina.

El afán didáctico no se encerró en las aulas. Por eso José Manuel Blecua se dedicó a divulgar las nuevas corrientes metodológicas.  Así nacieron sus textos sobre Jakobson, para interesar a un público más amplio en la ciencia literaria, o sobre Chomsky, para difundir la lingüística generativa. Y sobre todo merece destacar su texto ¿Qué es hablar?, que ya en 1982 ponía de relieve la necesidad del análisis de la lengua oral y la importancia de la pragmática.
Son las anteriores simples pinceladas con las que no he pretendido agotar el caudal que nos ha dejado José Manuel Blecua. Porque, como buen filólogo, también nos ha dejado estudios literarios especializados, análisis textuales y trabajos sobre la lengua de la ciencia, pero la brevedad del acto me impide referirme pormenorizadamente a los numerosos artículos y trabajos que configuran un currículo tan amplio como sobresaliente. 

    Por ello, quiero acabar señalando que la dedicación esencial de José Manuel Blecua ha sido la filológica, para conservar la lengua “como un medio providencial de comunicación y un vínculo de fraternidad entre las varias naciones de origen español”, como anunciaba Andrés Bello en el prólogo de su gramática en 1874. Y ello lo ha realizado con un compromiso personal ético y científico  tan  continuo y evidente que ha llevado a nuestro colega José Antonio Pascual, compañero en la  Real Academia de José Manuel Blecua a declarar que 
«La discreción ––o, si se prefiere, esa correspondencia entre lo que se dice y lo que se hace–– se ajusta adecuadamente con la elocuencia en la persona de nuestro académico, hombre de palabras a la vez que de palabra».
Solo me queda cerrar mi intervención felicitándolo por su entrada  en nuestro claustro y felicitándonos porque entre en él un hombre de palabras, pero también de palabra.
Gracias.